El Pamukkale tragándose la ciudad helena de Heriápolis
Vistas desde la ciudad licia de Mira
Nuestra siguiente e ineludible parada
era Pamukkale, unos trescientos kilómetros al noroeste de Finike,
aprovechando que estábamos cerca, visitamos la antigua ciudad Licia
de Mira bajo un intenso calor, todo lo que rodea a la ciudad está
lleno de invernaderos de verduras y desde lo alto del antiguo teatro
se puede ver todo un mar de plástico como antesala del mediterráneo.
Unas cuantas fotos, un paseo viendo las impresionantes tumbas
ruprestes excavadas en la roca y a 'juí', que parece que por una vez
podemos llegar temprano a nuestra meta del día.
Tumbas rupestres de Mira
Cogimos todo lo que pudimos la
carretera de la costa, que es una buena ruta para ir en moto, la
montaña a un lado y al otro lado el mar, dejándonos unas
maravillosas vistas mientras conducíamos.
Piscina termal
Pamukkale
Heriápolis
Llegamos a Pamukkale hacía las cinco
de la tarde, cosa inaudita en nosotros, antes de llegar ya se ve la
gran montaña blanca desde la carretera viniendo de Kirsiyaka. Tal
como llegamos nos abordó un personaje regente de un hotel, al
principio no le hicimos mucho caso, pero tras ver los precios de los
demás hoteles, decidimos ir al Dolphin hotel, un poco alejado de la
zona de turisteo, pero aquello es muy pequeño y en tan solo cinco
minutos andando llegamos. El personaje nos dejó la habitación a 21
euros, nos extrañó el precio al estar en una zona tan turística
como Pamukkale, pero el hotel, sin grandes pretensiones estaba limpio
y tenía piscina? En serio? Vaya, aquí vamos a estar como
'marajás',buen sitio para llegar temprano y disfrutar de un poco de
descanso, unas cervezas, piscina y a darnos un 'voltio' por el
pueblo.
Javi 'flipando' con las piedras de Heriápolis
La feria del Pamukkale
A la mañana siguiente visitamos
Pamukkale o 'castillo de algodón' en su traducción al castellano.
Una gran montaña blanca creada por movimientos tectónicos en la
falla de la cuenca del río Menderes, las cantidades de minerales que
transportan esas aguas, sobre todo la creta, son los culpables de
esa gran montaña blanca que parece nieve. Arriba estaba la antigua
ciudad helena de Hierápolis, que ya aprovechaban las numerosas
piscinas de agua termal que producía el Pamukkale.
Era otra parada que habíamos apuntado
de antemano en el mapa, y no nos defraudó, llegamos a primera hora y
pudimos subir prácticamente solos, al cabo de una hora, aquello era
una feria, que de gente 'por tós laos', desde arriba, no podía
faltar nuestro baño en la piscina termal rodeado de columnas y
vestigios de la antigua ciudad helena. Cuando salimos del baño,
dimos un paseo por lo alto y se veía una auténtica marea humana
subiendo hacia arriba, va siendo hora de salir de aquí. Mientras
bajábamos por la jauría humana mirábamos lo variopinto del
momento, japoneses con palos de 'selfies' por todos lados, algunos
metiéndo la cabeza bajo los chorros, rusas muy cómicas haciéndose
fotos como si fueran a salir en Vogue, y la mayoría dando saltitos
al clavarse la roca en los pies descalzos, una imágen no acompañaba
sin duda a lo espectacular del paisaje. Aún así, merece la pena la
visita. Eso sí, si vais, ir tempranito.
Es hora de seguir la ruta, todavía nos
quedan muchos sitios que ver y muchas experiencias por disfrutar,
pero eso lo contaremos en la siguiente entrega.
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